Pero, si algún niño, a pesar del cumplimiento escrupuloso de estas prescripciones, se le observa que no rara veces manifiesta levantamiento del ánimo y ataques de ira, nunca se debe descuidar a tiempo un castigo adecuado; pero no es necesario resolverlo tan pronto con una paliza, sino que es mucho más eficaz y saludable la imposición apropiada de ayunos; porque no hay nada que calme más la ira como el hambre, y aquellos que han ayunado por largo tiempo están menos dispuestos que todos a organizar revueltas, mientras que cuando están llenos no se puede confiar mucho en ellos. Cuando se ve la necesidad de castigar a los niños por causas similares, se actúa muy bien si se les da a comprender que, por haber sido malos, el Padre celestial no les ha mandado el pan, pero tan pronto como quieran regresar al bien, y oren al Padre celestial para que les conceda nuevamente el pan, ciertamente Él no se los negará. Con esto, los pequeños quedarán atentos a la influencia que Dios ejerce sobre cada cosa y después en sus almas jóvenes, va imprimiéndose cada vez más la idea que, en todo dependen de Dios y que Él es el más fiel recompensador de todo bien y de todo mal. Y cuando tales niños se han vuelto demasiado buenos y tranquilos, entonces no se les debe dejar de mostrar la manera comprensible como el Padre Celestial tiene una gran complacencia y como disfruta que sea llamado, buscando su favor diariamente en la mañana, al medio día y en la noche. “Dejad que estos pequeños vengan a Mi” Leer más...