3 de agosto de 2019

Sobre el diablo del juego y la educación moderna

Un ladrón y un asesino pueden sentir arrepentimiento; un fornicador, un adúltero y también un borracho pueden ser llevados bajo ciertas circunstancias hasta un punto en donde puedan reconocer sus necedades y en donde se le pueden decir: “¡Tus pecados son perdonados; anda y no peques más!” ¿Pero qué podría decírsele a este alto mundo finamente educado, soberbio y extremadamente orgulloso? Él se considera justo, y muy civilizado y cumple con las leyes del buen tono y del gusto; él apoya también a la pobreza, y siempre y cuando el gusto fino se lo permita va a las iglesias — naturalmente solo dentro de los horarios en los cuales el mundo elegante suele asistir —, escucha también una prédica siempre que el predicador sea un hombre de gusto fino y pueda presentar su prédica de una manera teatral y primorosa, y por supuesto que tenga una voz agradable y sea una persona bien parecida. Desde luego que de la predica misma no se registra mucho; Pero si ella está hecha a la medida del tono y gusto fino entonces el predicador la puede publicar e imprimir en un formato esplendoroso, para dedicarla a una gran dama, y en donde al predicador se le asigna por lo menos unos ducados y a veces incluso un puesto superior, y al bibliotecario se le posibilita una gran venta, pero no debido a la prédica misma, sino debido al buen gusto y debido a la dedicatoria a la dama noble, y no para que ésta sea leída, sino para que adorne delicadamente la biblioteca de la casa.
Leer más...