25 de marzo de 2018

3. El Señor como Padre de sus hijos

A tus amigos y hermanos, diles con todo amor: Yo, su Padre amoroso, ya tengo los brazos abiertos para ir al encuentro de ellos y estrecharlos a todos contra Mi pecho, eternamente. Que ya no se aparten de Mí, sino que continuamente miren Mi semblante, y Mi mirada les comunicará cuánto los amo y las buenas intenciones que tengo con ellos.
Diles: He apartado sus pecados de Mi vista y a ellos mismos los he lavado dejándolos blancos como la nieve, de modo que ya no hay obstáculo alguno. Ya no quiero ser un Padre invisible para ellos sino que quiero que me vean siempre, que bromeen conmigo y que estén contentos. Y que ahora todas sus preocupaciones me las carguen a Mí.
En adelante, ¡con qué suma alegría me preocuparé de ellos! ¡Qué significan todas las alegrías y delicias de Mis Cielos para Mí ante las de ser amado por mis queridos hijos como el único y verdadero Padre!
Mira, os doy todas las bienaventuranzas a cambio de esta única que me he reservado para Mí. Por esto mis hijos deberían llamarme únicamente a Mí su Padre, pues, lo soy con todo derecho. Y nadie me puede disputar este derecho porque Yo soy el Único y fuera de Mí no hay otro...

A todos que me buscan, diles que siempre estoy en casa, que nunca salgo y que para encontrarme no he determinado un horario de atención como los reyes y los grandes del mundo. Leer más...